Libros para comunidar


Imagen de la fotógrafa Lina Kivaka

Quizá quienes lean las palabras que componen el título de este texto digan: “no es comunidar, sino comunicar”.

Quiero por lo mismo aclarar que la palabra que acaban de leer no es errónea sino un neologismo que intento signifique: “hacer comunidad, crear comunidad, respaldar a una comunidad”.

Hacer comunidad en una explicación más amplia significa: fortalecer los lazos de los vecinos, intuir las necesidades de quienes componen un espacio geográfico; en suma, generar prácticas sociales, culturales y deportivas que velen por la salud de un conjunto de personas.

Cuando se habla de las librerías independientes hablamos de comunidar. Muchas de las más conocidas del mundo tuvieron en su origen un deseo por acercar los libros y la lectura a comunidades pequeñas, específicas, por crear espacios de diálogo y encuentro por ejemplo City Lights en San Francisco o Shakespeare and Company en París.

Francoise Frenkel, en su libro de memorias, Una librería en Berlín, narra con detalle lo que es fundar y atender una librería de barrio o independiente: ella cuenta cómo su público era en principio muy pequeño y se acercaba para tener acceso a títulos en francés y cómo, poco a poco, fue construyendo una comunidad con la que se generaba diálogo, se hacían complicidades y se creaban proyectos hasta que la llegada del nacionalsocialismo le impuso todas las trabas posibles y la librería cerró. La valioso empero, era que incluso en esa situación, muchos lectores se acercaban a la librería para encontrar cobijo y respuestas.

Si bien en las librerías grandes el concepto del libro tiende a verse más por su cualidad de producto, en las de barrio se le recuerda más como un bien cultural, un activo que genera encuentros y diálogo entre los vecinos. Una librería pequeña, con un acervo cuidado y por lo general, atendido por un librero que conoce a fondo su acervo es un regalo en nuestros tiempos de grandes cadenas de librerías que si bien, suelen ofrecer una oferta ilimitada, a veces dan la impresión de que, como en la fila del supermercado, hay que entrar, comprar y salir rápido.

A diferencias de las grandes librerías, la librería independiente es como el coral: únicas, importantes, le dan vida a ciertas comunidades, las alumbran con sus eventos, invierten parte de su capital tanto cultural como económico, en la propia colonia o barrio, acercan a los vecinos, ofrecen obras de teatro y cuenta cuentos para las familias; y como el coral, resultan muy frágiles.

Una librería es, a fin de cuenta, la materialización del sueño de un lector o lectora. Sus lecturas, su concepto del libro se vuelve realidad en sus estantes. Nada es totalmente puesto en ella para vender, sino para recibir, para invitar a la gente a que lo acompañe en la aventura del libro. Apoyan, en todas sus instancias, otro concepto nuevo que es el de la bibliodiversidad: el derecho de todos los libros de todos los autores y editoriales a ser exhibidos y puestos ante el público. 

Por todo lo anterior, es importante apoyarlas, sumarse a sus esfuerzos. A veces, para estas librerías, un libro, tan solo la venta de uno significa continuar. Apoyemos a nuestras librerías locales, busquemos sus espacios en las redes sociales y al comprarles un libro hagamos comunidad, comunideemos y comunidea con ellos. Tal vez ahora, al conjugar el verbo, pienso que mi neologismo no tendrá tanto éxito como verbo, pero como acción, es la única manera que tenemos para seguir aquí entre todos.

Con libros, siempre con libros, para salvar al mundo.